jueves, 26 de agosto de 2010
martes, 24 de agosto de 2010
lunes, 23 de agosto de 2010
Acerca de la amabilidad
miércoles, 4 de agosto de 2010
martes, 3 de agosto de 2010
DESBARATO
Hoy perdí, con toda conciencia me derrotaron, la ausencia de la felicidad cuando me arrebataron la victoria la siento fresca y vívida como mis heridas recién hechas. Sufro la derrota en esta batalla; estoy abajo, perdido y confundido ante mi destino que se oscurece tenebroso y abrumador como el atardecer de un día negro y lleno de violencia.
Cazado por la bestia y aterrado, estoy derribado observando la lúgubre noche, pero al mismo tiempo extasiado por el sangriento espectáculo de morir ante las fauces del rey. Frente a los claros ojos del verdugo, voy sintiendo como entran rígidos y firmes los colmillos, que con mis palabras, con mis ilusiones y cobardía yo mismo afilé. Rojo de la tibia sangre que se desborda como la fuente de la existencia; estoy en medio del ruedo viviendo el momento más intenso de mi vida: la muerte.
La deslumbrante derrota que pesa sobre mi alma, brilla intensa como oro dentro de mi espíritu, irradia luz que proviene de mis tristezas; se vuelve tan terrible que en un giro transforma su sobrecogedora atrocidad y fulgor en un cuadro de arrebatadora, mórbida e inusual belleza. Sacudido y extático, sin más sentidos que mi pensamiento, camino los pasos que me acercan al crepúsculo; abstraído por las sombras oigo mi propia voz cantando junto con el coro celestial: !el himno de los redimidos!
Cazado por la bestia y aterrado, estoy derribado observando la lúgubre noche, pero al mismo tiempo extasiado por el sangriento espectáculo de morir ante las fauces del rey. Frente a los claros ojos del verdugo, voy sintiendo como entran rígidos y firmes los colmillos, que con mis palabras, con mis ilusiones y cobardía yo mismo afilé. Rojo de la tibia sangre que se desborda como la fuente de la existencia; estoy en medio del ruedo viviendo el momento más intenso de mi vida: la muerte.
La deslumbrante derrota que pesa sobre mi alma, brilla intensa como oro dentro de mi espíritu, irradia luz que proviene de mis tristezas; se vuelve tan terrible que en un giro transforma su sobrecogedora atrocidad y fulgor en un cuadro de arrebatadora, mórbida e inusual belleza. Sacudido y extático, sin más sentidos que mi pensamiento, camino los pasos que me acercan al crepúsculo; abstraído por las sombras oigo mi propia voz cantando junto con el coro celestial: !el himno de los redimidos!
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